No seré yo quién venga a contarte que Rafael Nadal es uno de los mejores deportistas de la historia de nuestro país. Doy por descontado que lo sabes. Es tan abrumadora su carrera profesional y su enorme listado de triunfos que poco puedo aportar en lo que a análisis de su trayectoria deportiva se refiere.
Donde sí creo que puedo aportar algo de conocimiento es a la hora de examinar la creación de una marca personal asociada a sus victorias pero, sobre todo, a explicar cómo su carácter infatigable y su resiliencia a los problemas de salud han impulsado un liderazgo irrepetible e indiscutible dentro y fuera de las pistas.
Comenzando por el final, Nadal está inmerso en su más que presumible última temporada. Con la vista puesta en una retirada por todo lo alto en los Juegos Olímpicos de París, haciendo pareja con Carlos Alcaraz, en unos días comenzará su torneo por excelencia. Ese que ha ganado tantas veces que hubo un momento en el que cuando no lo hacía, parecía como que Nadal había fracasado.
Todo lo contrario, ya que todos y cada uno de los 14 Roland Garros que ha cosechado Nadal son fruto de su capacidad de superación y de no conformarse nunca con una derrota. Y es que la marca personal de Nadal siempre ha tenido un componente de esfuerzo y lucha que ha forjado las cualidades que marcan un liderazgo natural. No tuvo otra, ya que en sus primeros años se enfrentó a una de las raquetas con más calidad de la historia del tenis que, además, contaba con el apoyo inquebrantable del público gracias a su exquisito comportamiento.
La rivalidad con Roger Federer generó una enorme expectación en todos y cada uno de sus enfrentamientos, especialmente en los que tuvieron lugar en París y Londres. Este duelo forjó su aura de imbatibilidad en las pistas parisinas y lo aupó al número uno del ranking mundial hasta sumar la increíble cifra de 209 semanas como líder mundial.
Después llegó su enfrentamiento con Djokovic, aunque el serbio nunca ha tenido la conexión con el público que tanto Nadal como Federer han logrado por una siempre cuestión de empatía hacia su forma de ser. Sin ningún ánimo de meter el dedo en el ojo ajeno, Djokovic siempre ha tenido una legión de haters, mientras que Nadal y Federer apenas han sufrido esta circunstancia.
Solo tenemos que ver los más de 6.000 aficionados que vieron su primer entrenamiento en las pistas de Philippe Chatrier para comprobar que la admiración por el tenista manacorí no ha descendido en estos últimos años en los que Nadal ha tenido en las lesiones a su mayor rival. O la reacción de Zverev al conocer que se iba a enfrentar al tenista mallorquín en primera ronda.
En definitiva, hay muchas formas de forjar un liderazgo en tu entorno profesional. Rafael Nadal apostó desde el primer día por su infinita capacidad de superación personal como ingrediente fundamental de una receta que los años han confirmado que ha sido un enorme éxito. Los que hemos disfrutado de tus victorias en todo el mundo, pero especialmente en París, solo podemos decirte: ¡Gracias Rafa!