Trece millones de euros por cada concierto. Este es el promedio de recaudación previsto para cada uno de los shows que Taylor Swift está realizando en su gira ‘Eras Tour’. Antes de continuar, una aclaración que considero necesaria para que nadie se lleve a engaños. No. No soy un ‘swiftie’. Por edad, me llegó algo tarde la irrupción de esta artista en el panorama musical.
Mi interés en la figura de Taylor Swift se ha centrado en cómo esta mujer ha logrado construir de una forma excepcionalmente acertada una marca personal imbatible en el mundo de la música que le genera un rendimiento económico muy elevado en comparación con lo que las grandes estrellas de la música han sido capaces de generar. Hasta ahora.
Porque lo de Taylor Swift va mucho más allá de su música. Tanto como para que el Banco Central de Estados Unidos, la Reserva Federal, hable en una de sus últimas publicaciones del llamado ‘efecto Swift’, según el cual el empuje al consumo privado generado por sus conciertos de esta gira sea un factor clave para que algunas regiones por donde ya ha actuado se hayan alejado del fantasma de la recesión económica, tal y como le sucedió a la ciudad de Filadelfia.
Un rasgo fundamental para entender la increíble proyección de su figura ha sido su propia evolución musical, siempre muy bien aceptada por su público. Además, Taylor nunca ha tenido problema en compartir sus problemas y su día a día mediante sus canciones, lo que ha favorecido un clima de cercanía con sus seguidores que ha impulsado en gran medida este fenómeno fan alrededor de la persona y de la artista.
La fidelidad acérrima de sus fans es otro de los baluartes de la marca personal de Taylor Swift, unido a su naturalidad para hablar de ella misma en sus letras de cuestiones personales que otros artistas esconden en público. Y, después de empaparme estos últimos días de la cultura ‘swiftie’, la tercera característica que quiero destacar de su marca personal es su autenticidad, una cualidad difícil de desarrollar si no la posees de un modo genuinamente real.
Esta autenticidad ha generado un caldo de cultivo perfecto para que sus seguidores sientan a esta artista como alguien cercano a su vida, lo que la convierte en una especie de antidiva que, en realidad, es la mayor de las divas, pero eliminando cualquier rasgo negativo a esta definición y cogiendo el que la RAE hace de esta palabra: “artista que goza de una popularidad superlativa”. Y, visto lo visto, la definición se le queda corta.
Solo un detalle más sobre la marca personal de Taylor Swift. Hace unos meses, la final de la Superbowl, el evento deportivo más importante en Estados Unidos, fue una de las más vistas de la historia. ¿Y esto por qué? ¿Por la calidad de los jugadores? ¿Por la rivalidad entre los dos contendientes? No. Millones de personas se enchufaron a la retransmisión porque sabían que Taylor iba a estar presente en las gradas, ya que iba a ver jugar a su actual pareja, Travis Kelce.
Hasta esa profundidad llega la capacidad de arrastre de su marca personal entre sus fans. Una legión de seguidores con un objetivo compartido: disfrutar de la música de Taylor Swift, ya sea en uno de sus conciertos de la gira ‘Eras Tour’ como el que la ha traído a Madrid esta semana, en las plataformas de streaming o en las gradas de la Superbowl. Cualquier lugar es bueno para un auténtico ‘swiftie’.