
Cuando somos niños sabemos soñar, imaginar, creer que un día seremos astronautas y viajaremos al espacio. Nos enseñan miles de valores y conocimientos en los que forjamos a nuestro yo del futuro, pero no nos enseñan a confiar en nosotros mismos y en ese astronauta a la conquista de las estrellas. Por regla general nos aleccionan en el sacrificio de una vida laboral y adulta que algún día, que entonces nos parecía lejano, tendremos.
El niño que éramos sabía distinguir y decir con claridad lo que le gustaba de lo que no, y aunque parezca que lo hemos olvidado aún sabemos como hacerlo. Distinto es que te hayas acomodado y prefieras resignarte a tu zona de confort que hacer algo para acabar con lo que no quieres tener en tu presente.
Si por el contrario miras a tu futuro y te aterra verte en el mismo punto donde estás ahora mismo, haz algo ya. Así sin más, pregúntate dónde quieres ir y viaja con destino a tus sueños, cámbiate a esa zona de aprendizaje donde habitan los aventureros.
Quienes viven en la zona de confort están cómodos, o mejor dicho acostumbrados. Es esa zona donde lo que conoces, te guste o no, está bien, es lo correcto, lo que te han enseñado a acatar. El lugar donde reza la filosofía de “consigue un trabajo que te dé de comer y pague las facturas, cásate, forma una familia, y si tu jefe te grita haciéndote sentir un inútil amargado aguántate porque es lo que hay”. La zona donde viven los que tienen miedo al qué dirán, el qué pasará si me equivoco, y el fracaso, que ven en la salida de la zona de confort el equivalente al fin del mundo o lo que se denomina zona de pánico. Lo que no saben es que independientemente del resultado, cada paso fuera de la zona de confort es crecimiento. Y ojo, son peligrosos, te dirán que estás loco, que no puedes conseguirlo, que para qué vas perder el tiempo.
Los de la zona de aprendizaje son aquellos capaces de recordar que un día quisieron ser astronautas. Los que lejos de vivir una rutina pasiva y sumisa cambian lo que no les gusta, modifican costumbres, viajan, conocen culturas, estudian idiomas, aprenden, observan y amplían horizontes. Hay quien disfruta tanto de esta zona que la frecuenta todo lo que puede.
Es posible que estés pensando que no es tan fácil cambiar, y nadie ha dicho que lo sea, pero es el principio para probar a conseguir tu sueño. Tendrás que enfrentar en el ring a tus miedos y tus motivaciones, recordar esos valores que te enseñaron en la infancia y hacerle frente a la lucha entre tu tensión emocional, que te pedirá permanecer en la zona de confort, y la tensión creativa, que impulsará tus ganas de cambio.
Salir de la zona de confort no significa perderte para siempre si no consigues lo que buscas, siempre puedes volver. No se trata de que te conviertas en un idealista residente en “Los Mundos de Yupi”, se trata de crecer y ser feliz, de ponerle fecha de caducidad a tu sueño para no eternizar el fin. Y si nunca llegas a pilotar una nave espacial, al menos lo habrás intentado y todo lo que hayas aprendido convertirá tu zona de confort en un lugar más amplio, nuevo y reformado.
Pregúntate quién quieres ser y dónde quieres estar. Haz caso de ese “pasajeros al tren” que suena en tu cabeza y viaja con rumbo a tu sueño.