Agustín Nuño

Consultor Comercial, Formador en Ventas, Mentor comercial y experto en hacer que las empresas y personas aumenten la productividad con un proceso probado que me permite garantizar resultados.

Agustín Nuño

Cuando hablamos de emprendedores, jefes, empresarios, en la mayoría de los casos solemos emparejarle a esa figura el término o característica de líder. Y digo característica porque el liderazgo es una cualidad, una condición que nace o no nace contigo, que en cierto grado puedes trabajar, pulir y matizar, pero que bajo mi punto de vista, requiere una serie de aptitudes innatas que sientan las bases previas al desarrollo del liderazgo.

No veamos esto con tintes bohemios, no estoy queriendo decir que si no naces con ese halo de fortaleza no puedas ser un buen líder. Simplemente hay que reconocer que una personalidad que lleva interiorizadas ciertas características está más preparada para liderar. El carisma, la entereza ante las adversidades y las negativas, la positividad, el espíritu de superación, una buena capacidad comunicativa, don de gentes, son cualidades que pueden no parecer muy especiales o diferentes de muchas de las que tengan algunas personas que conozcáis, pero si pensáis en esas personas, estoy convencido de que reconoceréis en ellas a un líder aunque sólo lo sea en una pequeña parcela de la vida diaria.

Cuando un líder cuenta con esas ventajas innatas, trabajar en sus fortalezas debería resultarle más sencillo. Por fortalezas entiendo aquello que, más allá de esas características de las que acabo de hablaros, remarca definitivamente los valores que tiene que cultivar el líder para reforzar y consolidar su condición. Hablo de alguien capaz de crear un imaginario del futuro en el que quiere verse a sí mismo y a su empresa, una visión que llega a ser tan “real” y potente que parece contagiarse por telepatía a quienes le siguen en su trabajo, consiguiendo que su ilusión se convierta en la de todo el equipo, llegando a ser una realidad para todos los que han trabajado en ella. Parece sencillo, pero no es fácil verbalizar lo que nuestras cabezas son capaces de construir, y menos aún transmitirlo sin que pierda fuerza. Es más, por muy visionario, entusiasta y soñador (algunos opinarán que demasiado) que sea, ese imaginario perfectamente armado y ornamentado que tiene en sus pensamientos de futuro, no será nunca realidad si su condición de líder no aprende a focalizar y transmitir.

Efectivamente, hay cosas que se pueden aprender. Como la dirección y organización de un equipo, la motivación, delegar responsabilidades, o corregir errores. En esta parte podría explayarme con teorías sobre el qué hacer y cómo hacerlo, y en cualquier momento terminaré por reflexionar sobre ello, pero en este tema en concreto la clave no está en eso, sino en ejecutar todas esas teorías que sabemos más que de sobra y aplicarlas con el equipo humano que tenemos en la retaguardia.

Si el líder aprende a cultivar esos detalles y matices, esas fortalezas que marcan la diferencia entre el auténtico líder y el simple jefe, le será más fácil ejercer una influencia positiva sobre los demás en dirección al objetivo que se ha marcado, y conseguirlo.