Ser el jefe responsable de un equipo humano no es fácil, menos aún si le sumamos que ese equipo integra una empresa propia que apenas acaba de empezar a hacer ruido. Un proyecto en el que volcamos toda nuestra ilusión y por el que damos el 101% de nosotros a tiempo completo. Es una responsabilidad inmensa de la que, como ilusionados emprendedores, nos gustaría poder medir y controlar todo al detalle, pero somos personas, no superhéroes.

No podemos multiplicarnos para dirigirlo todo a la vez, ni estar informados y pendientes de todo al minuto. Eso nos sobrecarga, nos estresa, nos hace improductivos, poco útiles, no nos ayuda ni a nosotros ni a nuestro proyecto. Por eso, todo jefe al frente de un proyecto empresarial necesita a un número dos, es más, me atrevería a tildarlo de imprescindible.

Un número dos es esa persona tan implicada en nuestro negocio que hasta pueda parecer que sea suyo. Es eficacia y eficiencia, entrega, devoción, valor humano. Un proyecto personal propio dentro del proyecto empresarial. El número dos es una especie de alter ego en el que depositas tu confianza, alguien que te transmite tal seguridad, que puedes dejar tu negocio a su cargo con el completo convencimiento de que al volver, sea cuanto sea el tiempo transcurrido en tu ausencia, las cosas van a estar como las dejaste. Es la motivación que te falta cuando los problemas obstaculizan el rumbo, a veces actúa como esa voz de la conciencia que te recuerda que confía en ti tanto como lo haces tú en él o ella al darle responsabilidad. Es tu apoyo.

Una relación jefe-empleado que conforma la matriz que pone en funcionamiento tu empresa, en la que es imprescindible el entendimiento, la conexión, la comunicación, el feeling. Los seres humanos somos complejos, no existen dos personas iguales, cada cual tiene su propia concepción de la vida, su forma de entender las cosas, pero cuando existe un vínculo, en este caso empresarial, se consiguen equilibrar las diferencias a favor de la causa común de nuestro proyecto.

Y como jefes nos cuestionamos que podría esperar de nosotros ese número dos. Probablemente que tengamos presente ese feedback de confianza como pilar de nuestra relación empresarial. Que les escuchemos desde su autoridad de conciencia interior, sin anticiparnos, sin precipitarnos en las conclusiones. Esperan un jefe que por su propio beneficio organice y dirija, trace el rumbo, maneje el timón, sin dejar en ningún momento el barco a la deriva, porque para ayudar en eso está su segundo de abordo.

El número dos es en contrapunto que afianza el equilibrio de un jefe con sus empleados, sin suplantar ni establecer una lucha de egos, permaneciendo en el sitio que le hemos otorgado, el de la mano derecha. Y nosotros como jefes debemos medir los tiempos, recordar que por muy resolutivo e implicado que este nuestro segundo en la empresa, los jefes somos nosotros, no podemos excedernos en exigencias pero tampoco dar vía libre, no queremos un sustituto en nuestra ausencia, queremos un apoyo.

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