La semana pasada tuve la suerte de que, una vez más, uno de mis clientes me generó un lead de un cliente potencial que tenía una necesidad bien definida: necesitaba de manera urgente modificar los hábitos y conductas de sus empleados en cuanto a lo que Atención al Cliente se refiere.

Desmotivación, desgana, malas maneras a la hora de atender a los usuarios del establecimiento y descontrol generalizado en la empresa, son los motivos que Manuel, llamémosle así, tenía identificados como principales problemas a atajar de manera inmediata.

Como siempre, la primera medida que pongo en marcha para trabajar con cualquier cliente es, cómo no, tomarme un café. Parece que no, pero el calor de la taza y el olor a café recién molido parece ejercer un nosequé en los clientes que les llevan a desahogarse y a soltar por su boca y a facilitarme a mí la toma de datos de cara a poder resolver el problema que tienen o a desarrollar una mejor estrategia para la consecución de los objetivos. Y en esta ocasión no iba a ser menos.

Y lo que encontré es una persona que tenía muy claro lo que buscaba, que había leído mucho y que sabía que tenía que volver a ser grande. Por un tiempo estuvo fuera del mercado pero ahora venía preparado:

“Agustín, voy a volver a ser grande. Voy a volver a ser el que fui en su momento. Y necesito tu ayuda. Tengo claro lo que quiero y lo voy a conseguir.”

Justo al decir eso me pare y dejé de escribir.

Tengo la buena o mala costumbre, según se miré, de grabar las tomas de datos para que no se me olvide a la hora de planificar ni un solo dato de lo que he comentado con el cliente. Eché para atrás la grabación y reproduje las últimas palabras del cliente.

“Manuel, tu ya eres grande porque tu actitud te hace grande”

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